El fuego es un elemento central en la vida de las sociedades, como lo son también el aire, la tierra y el agua. Es un amigo que da vida, calienta y permite la cocción de los alimentos. El dominio del fuego ha sido un elemento constante en la historia de la humanidad y está también presente en numerosas celebraciones festivas y rituales, profanas y religiosas.
Con su poder cautivador, el fuego está muy vinculado al ritual: marca el paso a cada una de nuestras fases como individuos, nos construye como miembros de una comunidad. Numerosos elementos de patrimonio inmaterial, en todos los continentes, se basan en el fuego: diablos, dragones, fallas, hogueras, cremas, fallas, … Su visión siempre provoca una mezcla de culto, de miedo y de admiración…
El fuego, amigo y enemigo
El fuego puede ser un amigo que da vida, calienta y permite la cocción de los alimentos. El dominio del fuego fue un punto de inflexión en la evolución humana y en la evolución cultural, por la incorporación a la dieta de alimentos cocidos, la expansión de la actividad humana durante la noche y protegerlos de los depredadores. Pero el fuego también puede ser un enemigo, un elemento potencialmente destructor que provoca incendios en bosques y casas y que hay que controlar.
Cada casa, un fuego
El fuego es tan importante que el sistema de recuento de las casas y de sus habitantes se hacía a partir del número de fuegos. Los fogajes fueron durante muchos siglos el sistema de recuento de la población para recaudar los impuestos, en todo el territorio pirenaico: un fuego era una casa, una familia y, por lo tanto, una parte del territorio y una unidad contributiva. En Estonia, hay antecedentes de fogajes desde 1295. En Cataluña fue instaurado por las Cortes Catalanas en 1368.
El culto al fuego
La admiración y el miedo al fuego, así como el deseo de controlarlo, se advierte en su empleo como elemento de culto religioso desde la prehistoria. La veneración al fuego ha sido el rasgo característico de casi todas las sociedades en toda la historia. La simbología del fuego está presente en numerosos rituales religiosos: en el cristianismo, por ejemplo, en la celebración de la Pascua.
En las sociedades agrícolas, como las pirenaicas, la veneración o culto al sol se articulaba siguiendo los dos solsticios: al del verano en junio, cuando más horas de sol hay y el momento en que se recogen las cosechas; y al del invierno, en diciembre, cuando empiezan a crecer las horas solares que marcan el principio de un nuevo ciclo. La manera de ritualizar este paso de las estaciones era a través de la expresión de un culto simbólico al fuego y al sol. Eso es lo que explica que, en los dos solsticios, que en nuestra cultura se representan en las noches de San Juan y de Navidad, estén presentes tanto el sol como el fuego.
Prometeu, el déu del foc
En la mitología griega, el mito que explica el origen del fuego es el de Prometeo, cuyo nombre, en griego, significa ‘vidente’.
Según este mito, Prometeo, que disfrutaba enojando a Zeus, creó a los seres humanos con arcilla mojada con sus lágrimas. Prometeo, enfadado con Zeus, decidí tomar un poco del fuego sagrado olímpico para entregárselo a la humanidad. Por eso, este museo virtual lleva el nombre del dios griego.
Prometeo dando el fuego a la humanidad (1817), Heinrich Füger. Obra de dominio público.