El fuego es en todas las culturas un componente purificador y, por eso, la noche del fuego está rodeada de muchas creencias, la mayoría, sin mucho sentido práctico en la sociedad actual, pero de un simbolismo importante para las generaciones anteriores. Hay muchos rituales, leyendas, mitos y creencias relacionadas con la Noche de San Juan y con el fuego. Por la noche confluyen tres elementos procedentes del medio natural: el fuego, el agua y el mundo vegetal. Como hemos visto, en fiestas del fuego de todo el mundo, este tiene un poder simbólico importante en las religiones, en los mitos clásicos y en las celebraciones sociales.
Todas las celebraciones festivas tienen un poder catártico significativo y las fiestas de los solsticios serían una especie de ritual de iniciación comunitaria, para marcar el paso de las generaciones y la entrada a la edad adulta, al integrarse en los diferentes grupos de edades de las fallas. Al mismo tiempo, tienen también un componente purificador y de fertilidad, alejando los malos espíritus, y a través de las cenizas, ayudando a las buenas cosechas. Aunque la modernidad ha diluido las antiguas creencias, muchas se mantienen subyacentes, aunque ya no forman parte de nuestras creencias contemporáneas.
Teas carbonizadas para proteger los hogares
Todavía hay quien hoy recoge una tea carbonizada o ceniza de las hogueras para proteger los hogares y los huertos. Se creía que las hogueras, las fallas y el humo, con su atmósfera atávica, agujereaban los malos espíritus. En Isil, en la puerta del cementerio, los y las fallaires dibujan cruces en su puerta como una costumbre relacionada con viejas creencias de protección. En muchos pueblos occitanos, cuando el fuego se apaga, los jóvenes se ennegrecen la cara con las cenizas. En Bagà se quemaban antes las fallas en la puerta de cada casa para proteger con el humo los posibles malos espíritus. Estas creencias quizás hoy no van más allá de la anécdota, pero forman parte del patrimonio de los habitantes de Los Pirineos. Cada año repiten esta fiesta iniciática y cautivadora en la que el fuego es el centro de la tradición y, por la noche, se vive una cierta “magia”.
El clavo de Fontargent de Carlomagno
En Andorra, los fallaires van al Coll de Fontargent, entre Andorra y L’Arieja. El fallaire mayor se elige siempre el primer fin de semana de junio y los diversos candidatos, acompañados de un equipo, deben encontrar el clavo de oro que cuelga de una argolla de plata que se ha escondido en el Valle de Incles. De hecho, es una especie de juego que se inspira en una leyenda que cuenta que cuando Carlomagno cruzaba Andorra por el Coll de Fontargent, clavó en la roca una argolla con un clavo para estacar el caballo. Este clavo, lejos de romperse, cada noche de San Juan se convertiría en oro. Y justamente el fallaire mayor lo lleva colgado en el cuello.
Leyendas en torno a las fallas
Son numerosas las leyendas relacionadas con las fiestas del fuego. En Isil, una leyenda explica que las fiestas se iniciaron en 1487 cuando la condesa Caterina tuvo que huir del castillo de València d’Àneu hacia Francia y fue guiada por un grupo de campesinos que llevaban antorchas. En la Ribagorça aragonesa otra leyenda explica también que las antorchas espantaron a las tropas sarracenas, por lo que nunca llegarían a Los Pirineos. Del mismo modo, una leyenda andorrana explica que las bolas de fuego de las fallas habrían servido también para espantar a las tropas sarraníes. Todas estas leyendas, y muchas otras, tienden a mitificar las fallas enlazándolas con episodios históricos. Es común en muchas fiestas relacionar sus orígenes inciertos con hechos históricos, a modo de explicación en forma de mitos del pasado.
Hierbas medicinales y agua
Se supone que esa noche las hierbas medicinales cosechadas tendrían más garantías de efectividad: “hierbas de San Juan, buenas para todo el año”, como dice un dicho. Por ello, era frecuente ir a cosecharlas entonces. También se pensaba que la magia de la noche podía ayudar a superar enfermedades concretas, como las verrugas o las hernias. También, había mucha gente que tomaba baños para tener suerte, o tomaba el rocío antes del alba, revolcándose sobre la hierba, para asegurar virtudes curadoras y profilácticas.
Bañarse en ríos y lagos permitía hacer una inmersión ritual, tanto en un sentido protector o curador como de ruptura con un tiempo pasado o como inicio de un tiempo nuevo mejor. La noche de San Juan está llena de rituales, costumbres, creencias y prácticas … que la convierten en una “noche mágica”.